Sara y Carlos, una pareja joven de clase media, ve trastornada su vida por el descubrimiento de que su hijo Pablo es extorsionado por un compañero de colegio que lo maltrata. Las autoridades escolares cumplen con su deber, pero esto sólo agudiza el acoso. Convertido en una especie de guardaespaldas de su hijo, Carlos, pese a la corta edad del agresor, también termina siendo su víctima y la situación se vuelve insostenible.
Isaac Rosa cuenta esto con poquísimos elementos -no sabemos en qué trabajan Sara y Carlos, ni sus edades, ni en que ciudad viven, y las descripciones son estrictamente funcionales-, alternando los apartes narrativos con pequeños ensayos sobre el miedo y sus motivos en el mundo contemporáneo, condimentados con recomendaciones de las autoridades para prevenir los riesgos en medio de las ciudades y guías turísticas en las que se especifican los lugares que no hay que visitar. El miedo, en todas sus facetas, es el gran protagonista del libro, y Carlos, una persona empeñada en evitar los conflictos y las confrontaciones, los sufre en carne propia de una manera que lleva a otro de los personajes a calificarlo de pusilánime. Su incapacidad para repeler el maltrato físico que le inflige un niño de doce años desespera al lector, pero también le genera identificación (si un menor agrede a un adulto, ¿será bien visto que el adulto lo golpee? Responder a la violencia con violencia, ¿no genera más violencia? Es probable que todo agresor sea, en principio, una víctima, pero si no acepta el diálogo ni permite que se le ayude, ¿qué se hace con él?).
El país del miedo reflexiona sobre la manera en que se nos programa para temer, sobre todo al extraño, y como ese temor nos lleva a tomar medidas que nos vuelven aún más aprensivos. Centrada en una sociedad de Europa occidental con los medios suficientes para proteger a sus ciudadanos y asegurar sus derechos, la lectura de la novela en un país latinoamericano tristemente célebre por su inseguridad es aún más inquietante porque, como es obvio, aquí los miedos tienen raíces bien reales, pero las reacciones que inducen y los orígenes de todas las formas de violencia que nos afectan, tienen mucho que ver con la inestabilidad que el miedo introduce en las vidas privadas y públicas, y en las distorsiones que provoca en nuestros comportamientos, tan afectados también por la injusticia.
Realidad o paranoia, Isaac Rosa ha desarrollado literariamente el tema del miedo como fenómeno humano con una limpieza, con un despojamiento, que puede molestar a algunos, pero que en últimas hace que todas sus aristas sean más palpables. Una frase que se queda grabada por su universalidad y sus implicaciones, que van más allá de lo inmediato: "Ser padre es también una forma de tener miedo".
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