miércoles, 26 de septiembre de 2012

POESÍA ESPAÑOLA CONTEMPORÁNEA


UN PANORAMA DESDE MI BIBLIOTECA

Antonio María Flórez


INTRODUCCIÓN

Dicen algunos historiadores que el siglo XX se acabó cuando cayó el Muro de Berlín y desaparecieron los regímenes comunistas del Pacto de Varsovia en 1989 y que el siglo XXI empezó con algunos hechos significativos como fueron los atentados terroristas de Nueva York, el fin de la guerra en la antigua Yugoslavia (2001), el inicio de la guerra en Irak (2003) y los ataques terroristas de Madrid (2004) y Londres (2005). Por medio, una larga transición caracterizada por grandes avances tecnológicos y la globalización de la economía con un claro acento neoliberal que mostró el fracaso de su modelo con la crisis que estalló en 2008 y que está cambiando el orden mundial y la relación de poder de los países, al afianzarse y surgir nuevos líderes económicos como China, India o México o Brasil. Esto es lo que ha sustanciado estos primeros años del nuevo siglo.

A ello habría que agregarle en Europa y España una franca debilidad estructural que las ha sumergido cada vez más hondo en una crisis a la que no se le ve una fácil salida ni solución. A la pérdida de influencia de toda índole en el ámbito mundial se le han de sumar los conflictos internos, los problemas migratorios, el paro galopante, la crisis interesada de la deuda, los “rescates” mezquinos de importantes economías, la cada vez más clara conformación de una Europa insolidaria de dos velocidades; la sempiterna crisis de valores, la corrupción sabida y más percibida por la sociedad de la clase política y la dirigencia económica y empresarial. En España, además, el difícil manejo y encaje del tema de ETA, la crispación continua entre los dos partidos mayoritarios y la insaciabilidad de las peticiones y reivindicaciones de las autonomías históricas que no contribuyen mucho a la paz y a la estabilidad político administrativa.

La irrupción de las nuevas tecnologías rompiendo paradigmas comunicativos, el relativismo de los valores artísticos que apunta Fumaroli en una sociedad de la frivolidad y del espectáculo que el Nobel Vargas Llosa señala en su último libro La civilización del espectáculo (2012). Las nuevas formas de difusión de la literatura y del pensamiento, el debate sobre los derechos de autor y la propiedad intelectual de las creaciones, que necesariamente terminarán afectando el acto creativo y los formatos de contención y muestra de tal manera que desaparecerán tanto el autor como el lector literario convencionales (Suso del Toro), seguramente tendrán reflejo en los creadores, sean de viejo o nuevo cuño. Jordi Llovet plantea el inicio de un tiempo distinto a la vez que finiquita la “Civilización Occidental”, aunque Julio Llamazares es tajante en afirmar que nada ha cambiado en esencia, solamente la superficie.

Las artes miran el presente y se ocupan de él, así también la poesía. Hablar de la poesía española contemporánea implica reconocer que no hay una voz o tendencia predominante, que coexisten autores de muy diversas épocas y edades que están en plena ebullición creativa y que dicen con lucidez cosas muy válidas sobre la realidad y el presente, pero también sobre los anhelos, deseos y sueños que agitan sus seres, sobre sus concepciones políticas y sociales, sus reflexiones filosóficas o, en fin, sobre cualquier otro asunto que les ocupe o preocupe en su jardín interior o el mundo que les rodea y habitan. En esta muestra, por tanto, aparecen autores nacidos tanto en la década de los treinta como de los ochenta, adscritos a distintas corrientes, desde la poesía de corte social de los cincuenta, de la poesía del silencio, de los Novísimos, de los Postnovísimos, de la Poesía de la experiencia, de la Poesía metafísica, del Irracionalismo, del Realismo sucio, las  tendencias conciliadoras de finales del siglo y las indefinibles y todavía no encasillables nuevas generaciones que se mueven con absoluta naturalidad por todos los medios que le ofrecen las nuevas tecnologías.

Así, pues, aparecen aquí, por ejemplo, Gamoneda y Margarit porque entiende uno que la edad no es óbice para hablar del hoy y contemporáneamente, con decir silente el uno y arquitectura más clásica, el otro, dado que el poeta trasciende las épocas y su voz no tiene edad. Recogemos textos del último Gimferrer abundando en su ardiente discurso novísimo aunque ahora más contenido. Se incorporan poemas de García Montero, una de las voces más significativas de la llamada poesía de la experiencia que se convirtió con algunos de sus artífices en prácticamente la voz dominante de la poesía española en las dos décadas finales del siglo veinte; al igual que de Álvaro Valverde, coetáneo suyo pero con un tono más reflexivo y metafísico, deudor de la llamada poesía del silencio que hoy ocupa un espacio relevante en el contexto poético nacional. Así mismo, textos de Juan Carlos Mestre, Basilio Sánchez y Vicente Valero, tocados de cierto irracionalismo hermético con pinceladas ecologicistas. Poemas de ecos surreales como los de Francisco Javier Irazoki o Fernando Aramburu, pertenecientes al grupo Cloc y a la revista vasca Kantil, residenciados hace años en Francia y Alemania respectivamente. La ironía contenida de Elías Moro, el culto al cuerpo en González Iglesias, la brevedad en Carlos Medrano o la narratividad en Eduardo Moga. Por supuesto, no faltan las voces femeninas,  con mayor representación en las últimas generaciones, como Chantal Maillard y su poesía de corte filosófico, Efi Cubero y sus poemas intimistas, María José Flores y Ada Salas con sus textos minimalistas, Rebeca Álvarez y sus versos sobre el desamor o Ana Gorría y sus particulares visiones de la cotidianidad. De los más jóvenes, algunas voces sumamente interesantes por su desparpajo, escepticismo, experimentalismo y manejo de las redes sociales, como Calvo Galán, creador de esa inmensa cadena poética que es Las afinidades electivas, y sus poemas visuales en la onda de los de Antonio Gómez y Juan Ricardo Montaña; Anna-Lisa Marí con su blog rabiosamente intimista, díscolo y descarnado, Álex Chico y sus reflexiones sobre la ciudad, o la misma Elena Medel, precoz e imaginativa desde su cotidianidad cuasi adolescente.

Debo decir, de otra parte, que esta selección está hecha a partir de mi modesta biblioteca; de libros que yo poseo en ella, comprados, recibidos por donación o en usufructo; y firmados o no por sus autores; en todo caso, está hecha desde mis gustos y afinidades y mi cercanía a muchos de los autores seleccionados o el conocimiento que de su obra tengo, pero siempre apoyado en su valor contrastado, aparte del reconocimiento dado por la crítica o los premios concedidos a sus obras; y siempre más allá e independientemente de su visión o concepción de la poesía. La calidad y su capacidad para emocionarme o transmitirme ideas o sentimientos, eso es lo que ha primado en esta selección de la poesía española contemporánea que reúne un total de veintinueve autores que espero les dé un panorama lo más completo posible de lo que hoy es la España poética, multitonal, ecléctica y plural; y bastante desencantada con el insufrible presente que le está tocando vivir y padecer.


ANTONIO MARÍA FLÓREZ. Don Benito, Badajoz, 1959). Escritor hispano-colombiano, se crió en Marquetalia. Médico especialista en drogas y deporte, se desempeñó como docente universitario y consultor ministerial en Colombia. Como gestor cultural creó la Asociación Colombo-Española de Manizales y la revista Aurocarbónica. También lideró el proyecto “Estrechando Círculos” entre Caldas y Extremadura. Ponente en varias ferias y congresos internacionales, algunos de sus textos se han traducido a otras lenguas (italiano, francés, portugués, danés, inglés y catalán).
Desplazados del paraíso (2003), Premio Nacional de Poesía “Ciudad de Bogotá”, Dalí. El arte de escandalizar (2004), Transmutaciones. Literatura colombiana actual (2009), Corazón de piedra (2011) y Bajo tus pies la ciudad, Premio Nacional de Poesía “Euclides Jaramillo Arango” (2012) son sus libros más reconocidos.





* * * 



ANTONIO GAMONEDA
(Oviedo, 1931). Fue empleado de banca. Formó parte de la resistencia intelectual contra el franquismo. Gestor cultural. Ha colaborado con infinidad de medios como crítico y ensayista. Obras  en colaboración con artistas plásticos. Se le concedió el Premio Reina Sofía y el Cervantes (2006).
Entre sus libros se destacan: Sublevación inmóvil, finalista del Adonáis (1960), Descripción de la mentira (1977), Tauromaquia y destino (1980), Edad, Premio Nacional de Literatura (1987), Libro del frío (1992), Mortal (1994), Libro de los venenos (1997), Arden las pérdidas (2003), Esta luz (2004) y Canción errónea (2012).


Existían tus manos

Un día el mundo se quedó en silencio;
los árboles, arriba, eran hondos y majestuosos,
y nosotros sentíamos bajo nuestra piel
el movimiento de la tierra.

Tus manos fueron suaves en las mías
y sentí al tiempo la gravedad y la luz
y que vivías en mi corazón.

Todo era verdad bajo los árboles,
todo era verdad. Yo comprendía
todas las cosas como se comprende
un fruto con la boca, una luz con los ojos.

                                               De Exentos, I, en Edad, (2006)



*

La que calla y desprecia; la que extiende
las mantas, la madera, los sudarios
sobre la vida; la que entiende el gesto
de los que existen y no hablan; ésta
que advierte y sigue con sus manos grandes
el movimiento de la tierra y fija
el rostro de la luz, ésta es la vieja
madre del miedo, la que espera y calla.

                           De Exentos, II. Pasión de la mirada, en Edad, (2006)


*

Soy el que ya comienza a no existir

y el que solloza todavía.


Es horrible ser dos inútilmente.

                De   Lápidas, en Edad, (2006)


*

Ah vejez sin honor. Y los adverbios

depositándose en el alma.

Lágrimas en los vasos prohibidos,
mariposas ávidas).


Sé de la furia del pastor; viene apartando ramas

y ya es de noche.

                             Los adverbios
están cansados en mi alma.

                        De   Lápidas en Edad, (2006)


Sobre excremento de rebaños

Sobre excremento de rebaños, subo y me acuesto bajo los robles musicales.
Cruzan palomas entre mi cuerpo y el crepúsculo, cesa el viento y las sombras son húmedas.
Hierba de soledad, palomas negras: he llegado, por fin; éste no es mi lugar, pero he llegado.

                        De Libro del frío (1994)


No tengo miedo ni esperanza

No tengo miedo ni esperanza. Desde un hotel exterior al destino, veo una playa negra y, lejanos, los grandes párpados de una ciudad cuyo dolor no me concierne.
Vengo del metileno y el amor; tuve frío bajo los tubos de la muerte.
Ahora contemplo el mar. No tengo miedo ni esperanza.

                        De Libro del frío (1994)















JOAN MARGARIT
(Sanahuja, Lérida, 1938). Arquitecto, poeta y catedrático jubilado de la U. Politécnica de Cataluña. Participó en el equipo que realizó el Anillo Olímpico de Barcelona y en las obras de la Sagrada Familia. Escribe en español y catalán.
Ha escrito, entre otras obras: Cantos para la coral de un hombre solo (1963), La dona del navegant (1987), Llum de plua (1987), Joana (2002), El primer frío (2004), Cálculo de estructuras (2005), Casa de misericordia, Premio Nacional de Poesía (2008), Misteriosamente feliz (2009).


                             LA PRIMERA VEZ


La cita fue en la plaza de Cataluña,
delante de la hilera de los relojes
que marcaban la hora en las ciudades del mundo.
Ya no he dejado nunca de reír o de llorar por ti.
La luna ha estado siempre en las ventanas
de nuestra vida, en sus cristales fríos
como un reloj de aquellos, que ahora marcan
el ayer y el mañana en nuestro amor.
En alguna ciudad del pensamiento
te estaré amando
cuando marque tu hora solitaria
la esfera de la luna sobre el mar.

                                   De Casa de misericordia (2008)


                             APILANDO LEÑA


El hombre suele recoger del bosque
troncos caídos con la tempestad.
Va apilando la leña tras la casa.
De cada uno sabe
qué lo hizo caer, dónde lo recogió.
En las noches más frías, contemplando las llamas,
va quemando los restos de lo que ama.

                                   De Casa de misericordia (2008)


                                   EL VENDEDOR DE ROSAS


Solitario y furtivo, con su ramo,
va a locales nocturnos en busca de parejas.
Lo he encontrado en las calles cercanas a la Rambla
con una rosa sin olor a rosas
en una noche sin olor a noche.
Me perdí en las traseras de la vida.
Una mujer que no eres tú, en la sombra,
te ha robado los ojos y llora. La ciudad
es una exacta y monstruosa copia.
Como un Cupido viejo,
pasa escupiendo el vendedor de rosas.
Mientras se aleja, pienso que a tu amor
no le perdones nada. Ni el final.

                                   De Casa de misericordia (2008)


                                   CREMATORIO

Quemar los muertos tiene una aureola
de noche, fuego, olor de humo, ropas
que ondean con sus vivos colores de banderas
a la orilla de un ancho río rojo.
Pero este feo y frío tanatorio
y el humo sin olor y sin imagen
no dan ni para un viento de hojarasca
en zapatos vacíos. Y mi Ganges
cruza por la memoria de aquel piso
junto a la Rambla al que, de madrugada,
bañan con su penumbra las luces de la calle.
Dentro de mí, ahora que habéis muerto,
hay una luz debajo de una puerta.
Como si os dispusierais a partir.

                                   De Casa de misericordia (2008)







PERE GIMFERRER
(Barcelona, 1945). Poeta, prosista, crítico literario y traductor. Es uno de los exponentes más representativos de los Novísimos. Ha recibido infinitud de galardones tanto para su obra en catalán como en español (Nacional de Poesía, Nacional de las Letras, Reina Sofía, Anagrama de ensayo). Miembro de la Real Academia de la Lengua Española desde 1985.
De entre sus libros destacamos: Arde el mar, Premio Nacional de Poesía (1966), La muerte en Beverly Hills (1968), Els miralls (1970), Mirall, espai, aparicions (1981), El vendaval (1989), La llum (1991), Mascarada (1996), Rapsodia 2011).

I

So here I am, in the mideele way, having had
twenty years-
Twenty years largly wated, the years o l'entre deus guerres-
Tryring to learn to use words...
T. S. Eliot

Se ha desencuadernado por la mitad mi vida,
como el pienso del alba se desploma en los sauces:
tiene el tacto de cuero de la noche dormida
y el corazón de hierro del pajar de la sombra.
Todo irreal: la caja de las estalagtitas,
catedral de salitre con en serrín del alba,
cuando lo que viví se convierte en metáfora
y en mis manos el dije de tus nalgas es oro.
Maleza: yo he vivido de la luz de malezas,
la blonda del pasado del color del percal,
la rueda de los aires del agua de la noche
y el castillo de agujas de tus ojos de hada
que ha sellado los ojos de la torre de plomo.
Años ambiguos, años de entrecruzarse a solas
con la esgrima nocturna del zigzag de los astros,
años sin ver tus ojos en el armario a oscuras,
la caoba del aire despeinado en sus horcas.
En la laguna estigia de mi cruel juventud
era el Leteo el río de mis adolescencias,
porque cabe por siempre demorar el pasado
para no repetirse en la noche cromada.
Yo entregué el pedernal de mi vida en tus manos:
una bomba incendiaria en un pomo de flores,
una imagen de arcilla que ha cuajado en la lava.
El arquitrabe rojo que sustenta las noches
vive en la hoguera de tus nalgas rosa;
el arquitrabe negro de la luz
ha flechado los aires de tu cuerpo.
Y así viví: en la noria de un Prater de puntilla,
en el cielo de otoño: Un in the air, carátulas,
el plató de la luna desmochada en el viento.
Así viví: en un parque de atracciones
desafectado ya, como un guante vacío.

                                   De Rapsodia (2011)

                                               VII

Toda existencia se descifra en sueños,
como en clave de sol la partitura,
como Virgilio late en el hiperbáton,
susurrador, o duro como el bronce:
avejentado como un caimán rojo,
remontaré el pasillo de la ciénaga;
me llevaré el jinete del Carpaccio
a la plaza de lozas de la villa,
como el dragón que capitula al hierro
o el caballero vive en el dragón:
yo interrogo al fulgor combado de tus nalgas,
signo de algo más allá de ti
y más allá de mí, no revelado
a la mano, a los labios, a los dientes,
arrebolado o cálido o blanquísimo,
no entregado en sus husos de blancura,
enigma combo de la suavidad,
espina comba de la claridad,
el sacramento de la comunión:
comulgar con tus nalgas es vivir
en las acometidas del rocío,
en los arrayanes de la luz.
La naranja del viento desollado
en la terraza del palidecer,
cuando amanece pero no es de día,
nos descubre en la pala de la noche
como si no pudiéramos morir:
no podemos morir en este instante
de pechinas y sábanas lacradas
en el correo del alborear:
el alba rompe como en la escollera
romperá el mar la copa de su raso,
el plumón desgarrado por la luz:
no podría quejarme de morir
si muriera en el vientre de tu espuma,
cuando el viento del alba es un paypay.

                                   De Rapsodia (2011)















EFI CUBERO
(Granja de Torrehermosa, Badajoz, 1949). Ha realizado estudios de Historia del Arte y de Lengua y Literatura en Barcelona, ciudad en la que reside. Es corresponsal de Revistart. Colabora en  publicaciones culturales de España y América. Figura en varias antologías de poesía y narrativa, ha publicado: Fragmentos de exilio (1992), Altano (1995), Borrando Márgenes (2004), La mirada en el limo (2005) y Estados sucesivos (México, 2009). Y el Libro de Artista, Ultramar (2009), junto al pintor Paco Mora Peral y Desajustes en el número 2 de la Colección de Poesía 3X3, con A Gómez.

AMANECE

Amanece despacio.
Como todos los días amanece,
pero hoy es especial pues se abre paso
la luz como una herida,
inmaterial y táctil, como un beso, una ausencia,
o la sola palabra que se dicta al secreto.
Por la ventana observa esta calle vacía.
Cómo desaparecen, cansadas de brillar toda la noche,
las escasas estrellas.
Vuelve el trazo solar, este latido,
duración del sentir, visible sueño…
Piensa en las rosas de un jardín lejano;
en las sierras azules o el reflejo de alfanje del olivar.
El viento, trastocándolo todo
como la misma lluvia
que acaricia las ramas;
lo mismo que la mano, en la distancia,
se desliza en el rastro,
 de ese rostro que evoca lo esbozado.
Piensa en su despertar, al paso de ese tren que
siempre pasa, la luz que enciende la despierta aurora,
el café que ha bebido en el silencio
mientras escribe, siente, reflexiona;
mientras mira mecerse en los olivos
la lámina ondulada del río ingobernable.
Pronto en el blanco fondo del vacío, se escuchará su voz;
y así sabrá por él que así lo llenará su voz sin tiempo
y sentirá que todo permanece:
que esa luz, que ese texto que reescribe,
se sembrará en el aire y en su alma,
sobre la hondura, sobre el sentimiento
donde el paisaje y el amor se bastan.

                                      De Estados sucesivos (2009)


ALMENDRA

Apostada en la luz sólo atisbé la sombra.
Volaban ante mí, me rodeaban, los pétalos del frío.
Un silencio sin pájaros y el árbol que brillaba
mojado por las aguas de febrero,
me advirtió de que existe después de la inocencia,
una férrea coraza que protege de toda podredumbre,
de la meliflua, la sutil blandura, que en vano intenta
devorar el fruto de ese interior que cuaja en soledades.
Toda cáscara amarga nos mantiene y aisla.
Nos defiende.
Preserva el corazón de lo que importa,
ajeno a la codicia del mordisco.
Esencialmente vivo, invulnerable.

                    De Condición del extraño, Inédito (2012)


CERTEZA

Ya empaparon mi cuerpo todas la estaciones.
En la mañana que se despereza,
abro las cerraduras de la vida
donde puede rugir un mar sin olas,
un mar abstracto de encinar y calma,
mapas sin descifrar que se perdieron,
 en otras latitudes que cristalizan siempre,
 sobre la desmemoria.
Con las manos de barro plantamos la certeza
que ordena lo vivido. Lo hacemos con palabras,
frente a los rascacielos que imponen su lenguaje,
-confrontados espejos de otros libres espacios-
aún más que con palabras con desnudos vacíos.
Senderos transversales a veces reconducen
hacia otra identidad que nos habita,
desde esta realidad superviviente
que adquiere la certeza de la  fuga.

                                                               Inédito (2012)

COSTUMBRE

Tan familiar y ajeno lugar de la costumbre,
los pies pisan asfalto. Muchas veces,
cuando no pueden más reclaman hierba,
hacia el fino cristal de la mañana crecida de rocío
los reconcilio con mi propio aire y hacia allí sin pensar
los encamino para que sacien su hambre de pureza.

Existe otra verdad: tampoco es inocente
el campo que los ama.

Hubo batallas que lo verde omite…

Con una compasión deslumbradora.

                                   Inédito (2012)











CHANTAL MAILLARD
(Bruselas, 1951). Doctora en Filosofía pura y profesora titular de Estética y Teoría de las Artes. Docente de la U. de Málaga hasta 2000. Reside a caballo entre esta ciudad y Barcelona. Vivió en Benarés donde se especializó en filosofía y religiones indias. Crítica de Abc y El País. Ha publicado Poemas a mi muerte, Premio Santa Cruz de Palma (1994), Hainuwele, Premio Ricardo Molina (1990), Conjuros (2001), Lógica borrosa (2002), Matar a Platón, Premio Nacional de Poesía (2004), Hilos (2007), Hainuwele y otros poemas (2009). También libros de ensayos como La razón estética (1999) y prosas poéticas como Filosofía en los días críticos (2001) y Diarios indios (2006).


*

Luego también están los pasos. Esos que se precisan para llegar a la ventana. Con el cuerpo, con todo el cuerpo. Porque los ojos es distinto, los ojos alcanzan el cristal como una gran maraña, o un ovillo. Desmadejándose el hilo. Negro. O casi. Del color de los troncos cuando mengua la luz del día. Desprovistas. Las ramas. Los pasos

no se dan. Por los dientes tal vez. Unos contra otros apretados. Desde el sueño. Defendiendo el cuerpo. Por dentro. O ése parece ser el gesto. Desde el sueño. Aquel de la muerte nunca antigua nunca atrás. A pesar de los días. De las noches también. En fin, de la luz que mengua. De la lluvia también o el sonido

endeble del humus y la voz de un cuervo – inferencia – hendiéndola. La lluvia retenida en lo alto, asustada. Ahora, cuervo al bies en la maraña desovillada. Cuervo o móvil oscuro, más oscuro que el enramado. Al bies en el marco de la ventana. Pasando o cayendo. Oblicuo. Es decir, en virtud del aire que soporta o atenúa

la inercia.

                                                           De Hilos (2007)



*

Los gestos.
Reducir los gestos.
El de los ojos,
entreabiertos para
la claridad, y a veces
cerrados. Prolongar
el tiempo entre el abrir
y el cerrar.
Reducir los ciclos
del párpado.

Aquietar el aliento.

Querer menos.


                        De Hilos (2007)

*

Dejar cumplido. El qué,
no importa. Irse dejando atrás
pocas cosas. Sólo objetos. Con
las cosas se hereda la tarea
del olvido. Clausurar el recuerdo.
Desprenderse en vida.
Lo indispensable acompañando.

                                    De Hilos (2007)



LA VISITA

Dejé el hilo fuera.
Para sentir el peso. Para
sopesar. Las losas agrietadas,
el bermellón ajado de la tapicería,
presencias. Puse en su sitio la mesa.
Me senté con los muertos. Fue
una tarde apacible.
Al salir, entendí que el pretérito
ha de usarse tan sólo en el umbral
del sueño.
Ahora, el hilo. La casa, una de ellas,
a salvo, mientras tanto.

                                   De Hilos (2007)














ANDRÉS TRAPIELLO
(Manzanedo de Torío, León, 1953). Estudió Filosofía y Letras en la U. de Valladolid. Ensayista, narrador, poeta, crítico literario y gestor cultural. Vive en Madrid. Ha publicado los poemarios Junto al agua (1980), Las tradiciones (1982), La vida fácil (1985), Acaso una verdad, Premio de la Crítica (1993),  Rama desnuda (2001), Un sueño en otro (2004), Segunda oscuridad (2012). Varias de sus novelas han sido premiadas: El buque fantasma, Premio Plaza & Janés (1992), Los amigos del crimen perfecto, Premio Nadal (2003), Al morir Don Quijote, Premio José Manuel Lara (2005). Su “Novela en marcha”, a manera de diario, Salón de pasos perdidos, va ya por los 17 tomos. En el 2007 recibió el Premio “Julio Camba” y el 2009 el “Francisco Valdés” de Periodismo.


*

Adoro las ciudades que son viejas...

Adoro las ciudades que son viejas
ciudades de provincia
y los puentes de piedra y los de hierro
y los puentes en ruinas,
viejos puentes de piedra solitarios
invadidos de ortigas.

Pero también me cansan esas viejas
ciudades de provincia
y todo lo que un puente sobre un río
oscuro simboliza.

                        De "La vida fácil" (1985)


El amor de las cosas

Y me senté por descansar del día
junto al gran ventanal
y estuve allí no sé qué largo rato.
Cansado estaba y triste y sin propósito
viendo correr el agua de la fuente.
Los del jardín eran colores foscos,
verdes que se enlutaban y unas rosas
al pie de una escalera por la lluvia
gastados. Y allí mismo, en un rincón,
bajo el naranjo agrio,
las viejas herramientas
que dejó el jardinero,
la esterilla de esparto y el hocino
de primitivo aspecto, curvo y negro.
Se deshacía el día en fino polvo
de oro, el agua por el canalillo
de barro apenas se atrevía al ruido
y a su torre volvían las palomas.
No era de noche aún, sino de azul,
de un azul muy intenso.
Vino el amor entonces
a mi lado a quedarse,
el amor de las cosas del huerto,
parte del cual estaba ya sembrado
y esperaba su fruto.
Pero de pronto una blanca lechuza
se desplomó del cielo
y me asustó su majestad al verla
detrás de unos laureles remontando;
hasta escuché sus fantasmales alas.
no era de noche aún,
el aire de azucenas perfumado,
y cerré la ventana
y ya no pude recorrer
mi corazón del todo.

                        De El mismo libro (1989)


El árbol de la ciencia

Dicen, mi amor, que es imposible hacer
versos de amor feliz, de enamorado,
que sólo lo perdido o no alcanzado
se canta en la poesía, el padecer

olvido o el sufrimiento de volver
al recuerdo de todo lo pasado.
Unas veces la sed de lo vedado;
otras, el vino del amargo ayer.

No hagas caso, mi amor, habladurías.
Contigo todas mis melancolías
son ramas escarchadas en anís

donde se posa un pájaro de nieve.
Escúchale cantar tan hondo y breve.
Que no te engañe su plumaje gris.

                        De Acaso una verdad (1993)














FRANCISCO JAVIER IRAZOKI
(Lesaka, Navarra, 1954). Reside en París. Periodista musical de Disco Expres y El Musiquero. Formó parte de CLOC el subversivo grupo surrealista vasco. Ha publicado Cielos sesgados (1992), Notas del camino (2002), Los hombres intermitentes (2006) y La nota rota (2009). Escribe la columna Radio París en la revista El Cultural.

  

AUTORRETRATO

Lo mejor de mi cara es la lechuza. Vive impasible, subida a unas zarzas blancas. A veces noto el roce de su plumaje amarillo en la frente, o de sus uñas negras que dan cuerda al tiempo en mis arrugas. Me desvela las noches en que caza demasiado, y las mujeres me consolaron al oír su graznido lúgubre cuando volaba. Si me pongo delante de un espejo, no puedo sostenerle la mirada.

                                   De Los hombres intermitentes (2006)



INAUGURACIÓN DEL EXTRANJERO

    Vinieron con brío que era la prisa de su pobreza, y tuvimos que acogerlos en pensiones improvisadas. A otros más rebeldes o pendencieros los alojaron en un barracón de hojalatas al que se accedía por un puente de piedra. Allí vislumbré de noche sus cuerpos apenas iluminados.
     Casi todos trabajaron en oficios de vértigo para los que no teníamos coraje. Subidos al techo de una fábrica o sujetos a un poste, soldaban viguetas y tendían cables de electricidad, y su indiferencia ante el peligro aumentó la distancia desde la que los admirábamos.
     De dónde llegan, nos decíamos los niños, mientras los dedos índices iban de Ecuador a los círculos polares del mapamundi escolar, sin que tropezaran con unos nombres, Asturias o Extremadura, inventados para nuestro extravío. Aún creció la cautela con que los adultos los observaban en las calles, siempre desde una lejanía que les evitase su saludo y el roce de su acento.
     Yo los espié en las cercanías de una taberna y vi que algunos quemaban con alcohol el trecho que les impusimos. Solamente unas cuantas chicas se atrevieron enseguida a tratarlos, y nacieron amores que disgustaron a los nativos.
      Por fin, la muerte fue el imán que nos atrajo hacia los inmigrantes. Tres o cuatro de ellos cayeron de una altura para pájaros exóticos y se estrellaron contra el suelo de piedra. Ocurrió al atardecer, o quizá a mediodía con un cielo sucio, como si también las luces desdeñaran a esas víctimas, y recuerdo carreras de mujeres y la claridad rápida de sus velas sobre los rostros de los caídos. No hubo ceremonias ni banderas humillantes, ninguna lágrima, pero los muertos se incorporaron un poco, envolvieron en una sábana sus miembros heridos por el golpe y ensayaron la postura al arrellanarse en mi mente.  
     Les adeudo el favor de haber manchado la pureza dañina de mi infancia.

                        De Los hombres intermitentes (2006)




LOS HOMBRES INTERMITENTES

Amé, fui rechazado y desaparecí.
          Me abandonó una mujer que, conforme se despedía, borraba mi cuerpo. Su ausencia me volvió invisible. Acudí al trabajo, donde hice las tareas de costumbre, pero nadie pudo notar mi presencia; entré sin ser visto en los lugares concurridos de siempre. Ningún familiar o conocido sufriría por perderme, porque también mi pasado se evaporó en sus recuerdos. Encontraron mi imagen y los álbumes y sólo distinguieron un fondo de vegetación indefinida. Los amigos se acercaron a mí como si atendieran a un bloque de aire.
          Mi sufrimiento se apretó en una ráfaga con que tocaba a quienes me habían acompañado antes del eclipse. La soledad era pasar por debajo de aquellas ropas.
          Años más tarde, quise a otra mujer. Ella retuvo el soplo del que surgieron dos brazos y piernas, unos labios pegados a los suyos. Saqué mis zapatos escondidos detrás de los arbustos, y regresé despacio a las fotografías. Y, cordiales, todos nos miramos envejecidos con naturalidad.


                                               De Los hombres intermitentes (2006)
  













JUAN CARLOS MESTRE
(Villafranca del Bierzo, León, 1957). Poeta y artista visual. Cursó estudios de Ciencias de la Información en Barcelona, licenciándose con la tesis "Escritura y Realidad en el Periodismo Contemporáneo".
En 1982 publicó su primer libro, Siete poemas escritos junto a la lluvia, y un año más tarde La visita de Safo. En 1985 obtuvo el "Premio Adonais" por Antífona del Otoño en el Valle del Bierzo.
Vivió algunos años en Chile donde publicó Las páginas del fuego en 1987. De vuelta a España publicó El arca de los dones, Los cuadernos del paraíso y La poesía ha caído en desgracia, "Premio Jaime Gil de Biedma" en 1992. Durante su estancia en Roma como becario de la Academia de España, escribió La tumba de Keats, "Premio Jaén de Poesía", en 1999. Su obra poética entre 1982 y 2007 ha sido recogida en la antología Las estrellas para quien las trabaja (2007). Con  La casa roja (2008) obtuvo el Premio Nacional de Poesía 2009.
Como artista visual ha realizado exposiciones individuales de su obra plástica en España, Francia, Italia, Chile y EE.UU.

*

Dad a Trajano miel y sangre, dadle licor de abejas después de comer palomas,
poned a la oscuridad un arco, una vela de lino a la congoja,
devolvedle a la locura su talismán de oro,
su gramo de miseria al precio, su utilidad al polvo,
llamad por su nombre al ignorado, ganancia de maleza a la ignorancia,
se acerquen unas a otras las palabras, se amen y se huelan,
se masturben delante del burgués sus próceres antiguos,
venga el palpitante apócrifo y los montaraces bichos,
dúdese del monarca y su invisible dios de paja,
reconózcase al demente el derecho a tener tres lenguas,
permítase al perdido vagar hasta encontrarse,
y tú emperador vencido, tú indivisible pájaro del cielo,
idioma de la muchedumbre y de los salmos,
sé de nuevo asno y criatura, timón del fugitivo,
sé de nuevo la trompeta y su metal, sé la lumbre y su ceniza,
sé la pasión ansiosa y su encendida duda.

                                               De La tumba de Keats (1999)


Lo que lleva un poeta en la mochila


Lleva yogur para el camaleón
Las tijeras del equinoccio con que sí
Las tijeras del equinoccio con que no
Piedrecillas para el cementerio judío de la piedad
El bulbo del razonamiento
La Historia del Movimiento Obrero de las Hormigas
Una taza para el agua
La llave que abre el sueño de las muchachas dormidas
Los zapatos de Josephine Baker y la herradura de los ladrones
Lleva un puñado de tierra para la almohada
Y es la almohada
Un silbato para encender el brasero
Ruido de nueces para el instante de las semejanzas
Una aldea donde es feliz el calor
El pasadizo de estrellas hacia el rey del otoño
Un tintero para el himno de la desobediencia
Pan para el pan, eso lleva
Lleva la prosperidad de las repeticiones.
                                   La casa roja (2008)


*


Me metí en la cama con los bolsillos llenos de monedas.
Nunca se sabe. Un divorcio entre conserjes
la pastoral de los amantes a la luz de las velas.
Con una simple moneda le tapas la boca
a cualquier pesadilla. Cualquier lunático
a ciento cincuenta por las barandillas del inframundo.
Una golfa maravillosa que orina gasolina
bajo los cipreses de lo improbable.
Andar en la oscuridad con los bolsillos pelados
atrae a los francotiradores como si fueses una lata de cerveza.
Es más recomendable andar sonriente que decapitado
según un no tan viejo proverbio chino.
De hecho, todo lo que uno no ha querido ser
se cumple de pe a pa en el túnel del sueño.
Aparecen gánsteres, esos bastardos bien afeitados
en cualquier callejón te perforan la gabardina.
Nada más desagradable que despertar hecho un colador
de tallarines, el bochorno de los peones con sombrero
de copa colocando azulejos, la minuta de la funeraria.
Nada mejor que unas monedas por si el domador de las moscas
te echa el guante para girar en el vacío. Un camarote
barato, la oportunidad de tu vida con una arandela en ombligo.
Y qué me dices si llegan los ovnis. Nunca se sabe.

                                      De La bicicleta del panadero (2012)











 LUIS GARCÍA MONTERO
(Granada, 1958). Catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada. Vinculado al grupo “la otra Sentimentalidad” es una de las voces más importantes de la llamada “Poesía de la experiencia”. Entre sus libros de poemas destacan: El jardín extranjero (1983), Diario cómplice (1987), Las flores del frío (1991), Habitaciones separadas (1994), Completamente viernes (1998), La intimidad de la serpiente (2003). Ha recibido el Premio Adonáis (1982), el “Federico García Lorca”, el Premio Loewe (1993), el Premio Nacional de Literatura (1994) y el Premio Nacional de la Crítica (2003).


HUERTA DE SAN VICENTE


Se busca una ciudad.

Parece que fue vista
en manos de un poeta.
Vestía un cielo limpio,
un desnudo de nieve
y rumor de cafés civilizados.

Se busca una ciudad
igual que una palabra.

Recuerdo aquellos años
inexplicables de mi adolescencia,
la sombra del poeta en el balcón
de su casa cerrada.
Aparecía y desaparecía
con la misma torpeza suplicante
de los primeros versos,
cuando son las palabras vagones melancólicos
de un tren que ya no puede con su alma
o no sabe moverse todavía.

Detrás de los cristales,
bajo las tachaduras de lo que se persigue
en un papel cuadriculado,
buscaba una ciudad,
un trozo de madera borrada por el tiempo,
la ley de gravedad que fijase mi nombre
en un mundo de olvidos
y de rara intuición.

Heredé las ausencias, pisé lo que no estaba,
imaginé su noche,
solitario poeta fusilado,
y me pertenecía
como la habitación de los amigos,
como la luz cautiva de la luna
en los amaneceres.

Adolescencia,
siempre tiene más prisa
el menos esperado.
Buscaba en los escombros de una guerra
aquello que no puede vivir en los escombros.

Vestía un cielo limpio, un desnudo de nieve.

Se busca una ciudad. La recompensa,
aprender a vivir con uno mismo,
saludar a la luna en horas de trabajo,
mover recuerdos en un cajón vacío.

                                   De Vista cansada (2008)


DUDAS


Vas a ser un perdido.
No me importa.
Me parece más triste
no saber dónde estoy.

                                      De Vista cansada (2008)


NUEVA YORK

La botella vacía se parece a mi alma.
José Manuel Caballero Bonald

Un borracho se bebe una ciudad
hasta romper la última botella.
Era mil novecientos veintinueve. Dormía
sobre cristales rotos.

Una puerta lo escribe. Ha vivido
en sus versos la luz inconsolable
de los asesinados, de los que comen fruta
de un árbol sin raíces.

Después habrá un muchacho que lo lea
y descubra los cienos, las arañas
de los últimos trenes, la aurora corrompida
de los años setenta.

Pero no sé qué luz mucho más fuerte
ha levantado al cielo los cristales.
Son violetas tardías, emociones de invierno
en el puente de Brooklyn.

Las cosas de este mundo tienen sed.
La realidad no sabe estarse quieta.
Nueva York son mis ojos. La botella vacía
puede llenar mi alma.

             De Vista cansada (2008)


ASÍ FUE


La vida hizo sus cuentas.
Desde entonces
el secreto que más he perseguido
es tu respiración.

Dos y dos son los labios en los labios,
la suma de los cuerpos y la queja.

Amada claridad.
Aunque perdí el sentido,
yo no podía equivocarme.

La vida hizo sus cuentas con los dedos,

y la piel un paisaje de multiplicaciones
al hundirse en la piel.

                        De Vista cansada (2008)



OTRAS DUDAS


Lo peor
no es perder la memoria,
sino que mi pasado
no se acuerde de mí.


















BASILIO SÁNCHEZ
(Cáceres, 1958). Licenciado en Medicina y Cirugía por la U. de Extremadura, es especialista en Medicina Intensiva.
Sus libros más destacados son: A este lado del alba (1984), accésit del Adonáis 1983, Los bosques interiores (1993, 2002) La mirada apacible (1996), Al final de la tarde (1998), El cielo de las cosas (2000), Para guardar el sueño (2003), Entre una sombra y otra (2006) y Las estaciones lentas (2008). También ha publicado el libro de relatos El cuenco de la mano (2007). El conjunto de su obra poética está recogida en el volumen Los bosques de la mirada. Poesía reunida 1984-2009 (2010).
Ha recibido también el accésit del premio Jaime Gil de Biedma, el Premio Internacional de Poesía Unicaja, el Premio Internacional de poesía Tiflos y el Premio Extremadura a la Creación a la Mejor Obra Literaria de Autor Extremeño (2007).


EL HOMBRE DEL PARQUE


Despacio, día tras día,
caminábamos juntos sin sospechar apenas
que el amor que había en él nos iba dando
un lugar para siempre.

Sentados junto al fuego,
respirando del aire de las llamas,
su corazón de niño y lo sagrado
que avivaba en sus pliegues su corazón de hombre
inventaban el mundo.

Aquí, en este espacio, hemos estado todos.
Pero el agua que fluye es sólo suya.

            De Para guardar el sueño en Los bosques de la mirada (2010)


PASEO NOCTURNO

Al final de la calle,
la última farola traza en medio de un círculo
su representación de la piedad.

La noche, sin mirarnos,
ha ido deshojando las ramas de los árboles,
ha hecho caer las flores sobre un musgo invisible.
Más allá de los árboles, al fondo,
toda la oscuridad es una puerta
que se cierra hacia dentro, una verdad sin ruido.

En medio de la calle nos movemos
al compás de las sombras.

Va quedando a lo lejos la ciudad, también sus luces,
un paisaje cubierto de estrellas accesibles,
un firmamento acaso a la medida del hombre.

Nos duele sólo aquello
que dejamos atrás, toda la vida
que ha seguido viviendo a espaldas nuestras.
Es un dolor tranquilo, nos decimos,
una melancolía silenciosa,
una de esas tristezas que se pueden llevar en una mano.

Y el corazón lo sabe: la tristeza
pesa más que la muerte, no se oculta,
forma parte del agua de los ojos,
del agua de los labios,
de las mismas palabras, está en su lentitud, en este roce
suave de la hierba con la última sílaba.

Hemos andado mucho,
hemos ido pasando poco a poco por todas las edades
y a oscuras casi siempre, con nuestra media luz.

Cuando amanezca, dentro de unas horas,
sabremos si la vida decidió perdonarnos.


            De Entre una sombra y otra en Los bosques de la mirada (2010)


PRIMERA LUZ

Ha sido esta mañana,
al doblar una esquina: en medio de la calle,
envuelto en un silencio levemente violeta,
el sentimiento de vivir.

            De Entre una sombra y otra en Los bosques de la mirada (2010)


VIDA PRIVADA

La inclinación de un árbol sobre el agua,
la humedad de las hojas
erosionadas por los guijarros.

Una fuente anegada con un pez suspendido.

El azul reflejado en la manzana que arrastrará la lluvia
y el azar silencioso que desprende las piedras
en los acantilados.

El parpadeo de un hombre sobre la sequedad.

       De Entre una sombra y otra en Los bosques de la mirada (2010)












FERNANDO ARAMBURU
(San Sebastián, 1959). Filólogo, poeta, ensayista y narrador. Reside actualmente en Alemania. Co fundador del grupo surrealista Cloc y de la revista Kantil. Ha recibido diversos premios, entre ellos el Euskadi, el Dulce Chacón y el de la Real Academia Española de la Lengua por Los peces de la amargura (2006) y el Tusquets por Años lentos (2011) . Ha publicado Fuegos con limón (1996), Los ojos  vacíos (2000), El trompetista del Utopía (2003), No ser no duele (1997), Viaje con Clara por Alemania (2010), Yo quisiera llover (2010), El vigilante del fiordo (2011).



MUJER AMARRADA POR EL AGUA


Tus brazos abiertos por los perros amarillos,
tantas hachas y un solo mar,
tantas y un mar tan solamente
para cubrir tu cuerpo
y ver que el cielo es granizo sin piedad
acribillando desde las barandas.

Cuéntate los dedos, cuéntalos antes
que los peces se demoren en tu boca
y sea tu corazón una esquina de diario
devorada por los perros y los perros y los perros.

Porque el mar es un solo perro confundido
y el cielo un solo perro solitario
y los perros lamiendo tu postura sin receso
se levantan transparentes
hacia un fondo y un espanto y olas blancas.

Y olas blancas.

                                             De Yo quisiera llover, (2010)



LA CALLE QUIETA


Un hombre va a morir en esta calle.
Peina el viento su bucle de caída
y entre los adoquines polvorientos
ya se prepara el hueco silencioso.

Como vaca que pace los colores,
una nube se queda presidiendo.
Desde hace rato los testigos saben
que un hombre va a morir en esta calle.

El hombre llega en su automóvil verde,
pide un poco de tiempo al asesino
mientras ensaya un pecho ensangrentado.

Una niña se asoma a la ventana
con un grito en los labios, hace un gesto
y todo se consuma en esta calle.

                                     De Yo quisiera llover (2010)


*


Asedia a medianoche la desdicha
reciente de soñar que has muerto.
Yo te amaba y de pronto
llovía contra un muro, y era el muro
que sueles demoler cuando respiras.

                                   De Yo quisiera llover (2010)













ÁLVARO VALVERDE
(Plasencia, Cáceres, 1959). Fue presidente de la Asociación de Escritores Extremeños, puso en marcha el Plan Regional de Fomento de la Lectura y dirigió la Editora Regional de Extremadura.
Es autor de Las aguas detenidas (1988), Una oculta razón (Premio Fundación Loewe) 1991), A debida distancia (1993), Ensayando círculos (1995), Mecánica terrestre (2002) y Desde fuera (2008) ,los tres últimos publicados por Tusquets Editores en Nuevos Textos Sagrados. Sus poemas están incluidos en numerosas antologías y han sido traducidos a distintos idiomas. También es autor de dos novelas, un libro de artículos, y otro de viajes. La Isla de Siltolá ha publicado Un centro fugitivo (2012), una antología que reúne poemas escritos entre 1985 y 2010. La edición es de Jordi Doce. Fue cofundador de la revista hispanolusa Espacio/Espaço escrito. Desde 2005 publica el blog: http://mayora.blogspot.com.es/


ENCLAVE

Como quien nada espera,
sentado frente al muro que levanta
dos árboles meciéndose,
mirando en la distancia
la sombra desvaída de la ausencia,
la torpe maquinaria de las horas.
Como quien ve pasar delante – sin moverse-
la película gris de los recuerdos
y en nada ya repara o desespera,
sin que se note apenas, olvidándose.
Así, desde la noche, en el origen,
en el turbio presente casi exacto
de una vida pasada inútilmente,
ese ser que yo he sido – sin conciencia
siquiera de saberlo -, la figura
que ahora me contempla – la inocente
apariencia de su rostro-, parece interrogar
ante el espejo
una razón que valga la respuesta
de estar – frente a este tiempo-
aquí esperando.

                        De Una oculta razón (1991)


UN LUGAR APACIBLE

Un hombre solo,
como aquél que ha esperado durante mucho tiempo,
un hombre que transita junto a mares simbólicos,
que camina callado por una ciudad extraña
a la que pertenece, que mira a otros
mientras cruza despacio los jardines del tedio,
el perseverante en la melancolía,
el que se reconoce inmóvil en la sombra
de un árbol que es él mismo
y concilia la vida con las formas del sueño,
y que viene del frío y estuvo sentado al lado de la muerte
y siete veces siete ha vuelto
y ha mojado sus manos en el agua
profunda y helada de una fuente
y ha dormido desnudo junto al fuego
y ha cruzado la noche bajo la luz del día
y consumado al cabo
su lenta travesía del invierno,
vive ahora, como uno más, entre nosotros,
en algún lugar apacible consagrado a los vivos.

                                   De Mecánica terrestre (2002)


DESDE FUERA


Vivir es deslizarse, repetiste,
captar nuestra existencia de soslayo
o verla desde lejos, en lo alto,
con la perplejidad del que contempla.
Los que te conocieron aseguran
que tu viviste así, que no hubo nada
ni nadie que pudiera desviarte
ni un ápice siquiera de ese trazo
que le diste por fin a tu camino.
Esa senda emboscada conducía
a una casa perdida entre los páramos.
Sobre aquel pedregal erosionado,
bajo la ardiente luz de los veranos,
una sombra precisa dibujaba
el estupor final de tu extravío.
En ese santuario estableciste
una visión del mundo peligrosa.
Rogabas a los dioses con frecuencia
que no nos castigaran con desgracias
(capaces en su ardor de destruirnos)
sin antes enseñarnos lo importante:
la frágil transparencia de la vida.

                        De Desde fuera (2008)



IMAGINARIO

I
Amo esta sequedad.

Vastos campos ardiendo
bajo el tórrido solitario
de las siestas de agosto.

Láminas amarillas reverberando
como espejismos.

Extensiones de encinas
a la luz destellante
de las dehesas.
VII

Sobre el yermo collado
(que observo con asombro
desde esta encrucijada),
un árbol solo.
XIV


Los árboles levantan
sus ramas hacia el cielo.

Ni una hoja, ni un fruto,
que ofrecer a los dioses.

                                               De Desde fuera (2008)


MÁS ALLÁ, TÁNGER

I
 Ves la ciudad volver.
Emerge, blanca,
de su sueño de siglos.

Al verla, desde lejos, te parece
la vieja conocida que no es.

Superpones
a tu propia memoria
la de otros.
Ellos sí la gozaron.
Y aún la sufren.

De su olvido
renacen las cenizas
que proyectan su sombra
en el presente.

                        De Un centro fugitivo (2012)














ELÍAS MORO
(Madrid, 1959). Reside en Mérida desde 1982.
Es autor de los libros de poemas Contrabando (1987), Casi humanos (bestiario) (2001), Palos de ciego (2002), La tabla del 3 (2004) y la antología En piel y huesos (2009), Escribir la luz (2010), 99 morerías (2011). También del libro de relatos Óbitos súbitos y el volumen de textos breves Me acuerdo, en colaboración con Daniel Casado. Asimismo, sus poemas han aparecido en las carpetas Bestiario -con el pintor Luis Ledo-, y Abrazos -con ilustraciones de Petra Portillo-.
Colaboraciones en revistas como Espacio/Espaço Escrito, La poesía, señor hidalgo o Cuadernos del Matemático. Y en la red en Calidoscopio, En Sentido Figurado o Las razones del aviador.
Tiene en marcha el blog http://eljuegodelataba.blogspot.com/


POSTAL DESDE LISBOA

He tomado un licor donde el poeta aliviaba el desasosiego. Paseo por el Bairro Alto y me detengo a mirar con asombro los viejos escaparates llenos de ruinosos cachivaches. En una esquina, bajo un cielo de cornisas y balcones de hierro forjado, alguien sin edad ofrece periódicos atrasados, libros antiguos y cartas polvorientas de amor con una letanía barroca de mercachifle. Le compro esta postal donde te escribo, y al pagarle me devuelve una sonrisa que vale por lo menos mil escudos. Veo partir los tranvías y tomo uno de ellos -diminuto, de madera y bronces- que desciende con parsimonia por una calle en cuesta que se precipita al puerto. Compro tabaco en un lugar que ha soportado cien guerras, un túnel oscuro en Rossio con aroma a siglos y frescos como de angelotes pintados en el techo. Con una bolsa de hule en las manos pasa una vieja enlutada por la pena. Viene, desde alguna ventana, una música triste y suave, un olor a herrumbre y sal impregna el aire.

Anochece, mi amor.
El mar de paja me moja los pies
y atracan mansamente los últimos ferrys.

De En piel y huesos (Antología poética 1987-2008) (2009)


*

Porque el fin más digno del vértigo
es el de dar con los huesos en la tierra
y llorar de dolor con la desolación
de un amante abandonado

porque la muerte está en todas partes
y en cualquier momento te sorprende
con la guardia baja
tras una esquina
bajo un balcón
rondando la butaca en donde lees
las obras de gente ya muerta
o que simplemente no conoces
es mejor esperarla cara a cara
negarle la victoria por la propia mano
derrotar a la muerte con la muerte

De En piel y huesos (Antología poética 1987-2008) (2009)


*
Algunas decisiones, como las sopas en invierno, es mejor tomarlas “en caliente”, antes de que se enfríen y no haya forma, sí, de tomarlas.

*
La pomposa e inútil vanidad de los panteones. Cuánto mejor me parecen -ya muertos, qué más da- la camaradería eterna de la fosa común, el nicho anónimo, las cenizas aventadas.

*
En el entretiempo del otoño y la primavera, el abanico y el paraguas, al igual que boxeadores al principio del combate, se estudian a distancia y en detalle, se tantean a fondo buscando el sitio exacto donde asestar el golpe propicio y definitivo en un silencioso y, no obstante, elocuente baile de intenciones.

*
Cuando no eres capaz de explicarte la fascinación que sientes hacia alguien, hacia algo; ésa es la clave de la existencia: un amor, un amigo, esos libros, aquella música…

*
El cuchillo de lo leído abre la herida de lo escrito.

*
Hubiera querido ser escritor por encima de todo. Ponía en ello todo su esfuerzo, dedicaba al asunto las mejores horas de su tiempo. Vano empeño, inútil afán. Porque las palabras, visto cómo y con qué saña las maltrataba en sus conversaciones diarias, se la tenían jurada.

*
La agonía, no la muerte.
La pérdida repentina o paulatina de dignidad, no la muerte.
El dolor inmenso y pertinaz, malvado, royéndote por dentro, no la muerte.
Y no acabar de morirse de una vez por todas llegados a este punto.
Eso es lo terrible, no la muerte.

*
Me gustaría volver a tropezar de nuevo con aquella piedra.

*
Tengo una identidad anónima que todo el mundo conoce. Sospecho que algo falla.

*
El poema es un fulgor que antes no existía.

*
Escribo porque no siempre estoy de acuerdo.
¿Con qué, con quién, por qué? No lo sé exactamente.
Por eso escribo, para ver si me entero de una vez y me aclaro con mis desacuerdos e incertidumbres.

De 17 Fragmentos (Inédito, 2012)


















CARLOS MARZAL
(Valencia, 1961). Licenciado en Filología Hispánica por la U. de Valencia. Codirigió la revista Quites dedicada a los temas taurinos y literarios. Reconocido poeta de la “experiencia”. Ganador de importantes premios como en de la Crítica, el Nacional de Poesía y el Loewe.
Ha publicado: El último de la fiesta (1987), La vida de frontera (1991), Los países nocturnos (1996), Metales pesados, premio Nacional de Poesía (2001), Poesía a contratiempo (2002), Sin porqué ni adónde (2003), Fuera de mí, Premio Fundación Loewe (2004), El corazón perplejo (2005), Ánima mía (2009), Los otros de uno mismo (2009).

CONSOLACIÓN DE LA LITERATURA

Por las aguas del cuerpo y de la mente,
la ciudad fluye hacia ninguna parte.
De vivir nos consuela sólo el arte,
que es estar con la gente, sin la gente.

                        De La vida de frontera (1991)


LA PEQUEÑA DURMIENTE


No es que el mundo esté bien: es que no existe.
No hay nada alrededor:
sólo tu sueño.
Nada tiene más ley que tu abandono,
tu suave abjuración,
la dulce apostasía que te ausenta.
No hemos fundado el mundo: nunca cambia.
Pero este cuadro es nuevo
-padre e hija-,
porque sólo el amor es diferente,
sin por ello dejar de ser lo mismo.
El anchuroso mundo, que no importa,
gravita en torno a ti: lo has imantado,
y vive irreprochable hacia tu brújula.
Lo innúmero se rinde a tu unidad sencilla.
Durmiente flor desnuda en mis palabras,
adormidera de los desencantos,
prístina amapola pálida.

                        De Metales Pesados (2001)


EL CORAZÓN PERPLEJO


Desventurado corazón perplejo,
inconsecuente corazón,
                                     no dudes.
No tiembles nunca más por lo que sabes,
no temas nunca más por lo que has visto.
Calamitoso corazón,
                                   alienta.

Aprende en este ahora
 el pálpito que vuelve con lo eterno,
 para latir conforme en valentía.
Los números del mundo están cifrados
en la clave de un sol tan rutilante
que te ciega los ojos si calculas.
 Ciégate en esperanza,
                                    errátil corazón,
suma los números.
Un orden en su imán te está esperando.

Desde el final del tiempo se levanta
un ácido perfume de hojas muertas.
Respíralo y respira su secreto.
Abre de par en par tu incertidumbre.

No permitas
que encuentre domicilio la tibieza,
ni que este inescrutable amor oscuro
cometa el gran pecado de estar triste.
Acógete a ti mismo en tus entrañas
con tu abrazo más fuerte,
tu mejor padre en ti, tu mejor hijo,
gobierna tu ocasión de madurez.

Insiste una vez más,
aspira en estas rosas
su pútrido fermento enamorado.

En este desvarío de tu voz
se desnuda el enigma, transparece
La recompensa intacta de estar siendo.

Aquí estamos tú y yo,
altivo corazón,
                      en desbandada.
A fuerza de caer, desvanecidos.
y a fuerza de cantar,
                                    enajenados.


                                   De Metales Pesados (2001)













CARLOS MEDRANO
(Salamanca, 1961). Ha vivido en Extremadura varias veces, sobre todo en Don Benito. También en Valladolid, a partir de sus estudios universitarios. Actualmente reside en Artá, Mallorca, donde trabaja como profesor de secundaria. Ha publicado los libros Corro (1987), Las horas próximas, finalista del “Ciudad de Badajoz” (1989) y los cuadernos A lo breve (1990) e Imágenes, encuentros (1996).
Tiene un blog en el que desgrana buena parte de su obra poética titulado isla de lápices: http://isladelapices.blogspot.com.es


CERTIDUMBRE
¡Cuánto silencio mío!
Tomás Sánchez Santiago


Mira el mar azulándose...
¿Quién puso en nuestros ojos
cielos petrificados, esas oscuras aves
del rigor de la muerte?
He ahí los colores que no ha arruinado nadie.
¿Quién nos dijo “no eres”
o cegaba los nombres?
Luces que de repente sin cesar amanecen,
lluvias y sensaciones de raíces que nacen...
Sin embargo la noche de ti no se descose.
Bájala de tu espalda sobre el tiempo lacustre,
que la vida ya sabe y la luz nos merece.
                                  
                                               Inédito (2002)



LA FRONTERA DEL AGUA


Hay palabras que sanan
de las que nadie se alejaría sin dejar de leerlas.
Y hay un día que de pronto
quedan también escritas.
La frontera del agua.
Un instante en que eres sólo parte de ellas
y tu mano disuelve
el temblor de una rama,
y la rama disuelve
el temblor del que vive.

                                  (Inédito, 2010)

VEGETAL

Han podado el jardín.
Cojo del suelo
tres hibiscus,
cada uno de su color:
rojo, anaranjado y ámbar.
Es ese mundo
entre el agua y el viento,
con raíces y lentitud de lo arbóreo
al que aspiro
y no recuerdo si he llegado a entender.
Bajo su reino acogedor e indefenso
busco en la umbría
la semilla
por la que un día sienta
que mis hojas -fuera ya del olvido-
son ese surtidor
del que nacen los pájaros
o tal vez -y a la vez-
el regalo de ellos a la tierra.

                                        Inédito (2012)


APUNTE

Archipiélagos, islas,
palabras, sílabas.
Abre los ojos.
Nubes
             de salitre
                             y memoria.
Deja que el mar invada
la brisa de los cuerpos.

***

Bajo el sol la insistencia
de la luz nos conforma.

Unas rocas reflejan
en su humedad las dunas.

Lo que ves permanece,
no es ajeno ni excluye.

Ingrávido el espacio,
al sentirlo sucede.

Llega a ti y eres parte,
guardado en estos nombres.

                                   Inédito (2012)














EDUARDO MOGA
(Barcelona, 1962).  Licenciado en Derecho y doctor en Filología Hispánica por la U. de Barcelona. Ha publicado: Ángel mortal (1994), La luz oída («Premio Adonáis», 1995), El barro en la mirada (1998), Unánime fuego (1999 y 2007), El corazón, la nada (1999), La montaña hendida (2002), Las horas y los labios (2003), Soliloquio para dos (2006), Los haikús del tren (2007), Cuerpo sin mí (2007), Seis sextinas soeces (2008), Bajo la piel, los días (2010) y El desierto verde (2011 y 2012). Ha traducido a Frank O’Hara, Charles Bukowski, Ramon Llull, Arthur Rimbaud y William Faulkner, entre otros autores. Practica habitualmente la crítica literaria en «Letras Libres», «Cuadernos Hispanoamericanos» y «Turia». Codirigió la colección de poesía de DVD ediciones.

[hace tiempo que ha amanecido…]
Hace tiempo que ha amanecido, pero el gallo sigue cantando. Hacemos el amor con uñas rejuvenecidas, entre silencios tibios. El pene se recorta contra un rectángulo de luz imperiosa, solo interrumpida por los apósitos de las nubes, tras los que se insinúa un firmamento de piedra. Su cabeza oscila, ingiere, se desangra en ondulaciones de caoba. Su cuerpo huele a madera y a mortero. El gallo canta una vez más: no sabía de tanta persistencia; me asombra su tenacidad, y la tenacidad de los cuerpos, la claridad que albergan en sus cavidades, su irradiación de hierro y de saliva, mientras la mañana, untuosa, se deshace entre los dedos como una sombra, y apuñala los huecos que entregamos al otro, para que los llene de su vacío, o para que le transfieran el nuestro. Luego iremos al río y veremos, como estatuas de agua, a los peces alimentarse de nuestras heridas. (También se comen a una araña, a la que, sin saber que la condenaba a ser devorada, he enviado a la corriente de un papirotazo). Las copas de los árboles se hincan en el azul, que escapa con la convicción de un presidiario, y se materializa en levedades glaucas, en coágulos de zafiro. Alguien fuma. Alguien muere. Otros ven anudarse los minutos, y desatarse después, como animales migratorios, como asuntos de aire. Y todos respiran con idéntica convicción, consumiéndose en su indolencia, sometidos a la abrasión de la nada. El agua espejea, sólida: comunica la impaciencia de los cantos por rodar, y su fracaso sin resquicios, y sus acentos de mica. La espesura se derrama hasta alcanzar el caos, y abraza su armonía, y luego se estira como el bronce, crepitando de espumas, como espumas incendiadas. Seguimos haciendo el amor, como si nos acariciara un vendaval. El sol araña, absorto de inclemencia. Y el gallo ―cabrón― canta.

                                   De El desierto verde (2012)

[la sequedad impregna los ojos…]
                                                                                                                 Sendero de la Cuesta
La sequedad impregna los ojos, y luego desciende por los entresijos craneales, y atraviesa la tráquea, y desagua en los alveolos, impacientes por dilatarse, y se diluye, por fin, en una sucesión de estremecimientos cordiales y contracciones gástricas. La sequedad promueve el silencio, como si reprimiese cuanto quisiera surgir y derramarse, cuanto participase de la condición de barro y meteoro. Y en silencio caminamos, observando la delicadeza con que se posa el aire en las jaras despeinadas, la monotonía siderúrgica de las cigarras, la extinción y, a la vez, el nacimiento de las sombras [mueren las astilladas por el sol, depositarias de una frescura híspida, que se asienta en un afuera ilimitado; brotan las que desgrana el ocaso, que empieza a almendrar las crestas de los cerros]. Las sombras son una promesa, pero también un engranaje: ocurren, no transigen; chirrían en los recodos del camino, o en las peladuras de los desmontes, o en el abombamiento de las colinas. Las sombras son proyectiles que se extinguen cuando impactan; son el silencio de la luz, indelebles como la luz. Caminamos. Se acercan tres, cuatro perros, entre ladridos metálicos, que resuenan en las laderas como la tos de un escrofuloso. La sed es un fluido. También los pasos que damos, enhebrados por una voluntad sin propósito. Los árboles, despellejados, nos adelantan: su prisa es subterránea y celestial; su ajetreo, un atropello de saprofitos e inflorescencias. De una casa, a la que se dirige un sendero perezoso, llegan una música arriada y cascotes de conversaciones; de otra, cenicienta de encinas, solo oímos el temblor acrílico de su quietud, el zumbido de la invisibilidad. El camino conduce al repetidor de televisión. El sol es un agujero de fuego, que se reblandece en ocres soliviantados, en regatos que no están, en muros cuyos helechos murmuran. La sequedad nos estraga, aunque agonice. Caminamos. Sonreímos. Lejos, una campana.

                                    De El desierto verde (2012)


















MARÍA JOSÉ FLORES
(Burguillos del Cerro, Badajoz, 1963). Doctora en Filología Hispánica por la universidad de Extremadura. Profesora titular (Lengua y Traducción Española, Università degli Studi dell’Aquila, Italia).
Sus libros editados son: De tu nombre y la tierra, Premio de Poesía “Adolfo Vargas Cienfuegos” (1984), Noche oscura del alma (1984), Oscuro acantilado, Premio “Juan Manuel Rozas de Poesía” (1986), Nocturnos, Premio de Poesía “Ciudad de Badajoz” (1989), El rostro de la piedra (1993), Impura claridad, Premio de Poesía “Ciudad de Mérida” (1995), Poemas del cuerpo, (1999), Del animal y de su culpa (2005), Antología Poética (1984-2003), (2005), Un animal rozado por el tiempo (2008). Sus poemas han sido publicados en antologías y revistas literarias como El ciervo, El Urogallo, Cuadernos Hispanoamericanos, Hablar Falar de Poesía, Turia, Letras Libres.


*

Amanece en el cuerpo y la ceniza.

Líbrate de los ojos y los labios
que vieron y nombraron
la culpa y la maleza.

Entra en la desnudez.
Entra en la perdición y la inocencia.

                        De Un animal rozado por el tiempo (2008)


**

No conocen su origen ni su curso
mas fluyen
fluyen en su piedad y en sus turbias orillas.

Las aguas insondables
del amor y la vida.

                        De Un animal rozado por el tiempo (2008)


***


Un rastro de aridez o de caricias
de gozo o de tormento.

Es el cuerpo.
Es el cuerpo que fluye en su memoria
y nos revela.

Como esos cauces secos que muestran la heredad
de lo que fue abundancia o fue miseria.

                        De Un animal rozado por el tiempo (2008)


****


Abarcan con los ojos una tierra ignorada
y desvelan a tientas su misterio.

Hallan en la maleza la esperanza.

Los que creen.
Los que no temen caminar sobre las aguas.

                        De Un animal rozado por el tiempo (2008)


*****

Y al fin
es sólo eso.

El fluir de las venas y los años
su inclinarse al amor y al alimento.

Esa espesura
ese misterio
ese cobijo que llamamos cuerpo.

                        De Un animal rozado por el tiempo (2008)


















VICENTE VALERO
(Ibiza, 1963). Poeta y ensayista. Vivió en Barcelona. Vive en su isla dedicado a la escritura y la docencia. Crítico de La Vanguardia y el Diario de Ibiza. Ha publicado los libros Jardín de la noche (1987), Herencia y fábula (1989), Teoría solar (1992), Vigilia en Cabo Sur (1999), Libro de los trazados (2005), Días del bosque, Premio Fundación Loewe (2008). También los libros de ensayo: Viajeros contemporáneos (2004) y Diario de un acercamiento (2008).


EL AMIGO DEL MAR

El amigo del mar sabe que vive
con el mar en su casa y que respira
la misma luz azul y la pureza
de todas sus costumbres. Siendo niño,
el mar fue también niño y le bañaba
jugando entre las rocas y los pulpos.
Compartieron la sal, toda la espuma.
Creció junto a su padre en una barca
y el mar le abrió su pecho de leyendas.
Quiso ser el corsario de una isla.
Sobre la arena fue su primer beso,
un temblor de mareas y algazules.
Ya no conoce amor sin oleaje.
Entonó la saloma, bebió el vino.
Aprendió lentamente la lectura
secreta del azar y de sus signos.
...

                        De Herencia y fábula (1989)


                                                                      I

Como palabras son las hojas de esta higuera.
Como palabras dichas en voz baja.

El mirlo las convoca y las pronuncia con su negra lengua del amanecer. Creo en vosotras todavía.

Creo en el aire amarillo de este invierno y en las hojas sin luz que ahora resbalan, desnudas, se deslizan, como palabras últimas del mundo:

mensajeras oscuras de una más honda y perfecta claridad.

                            De Días del bosque (2008)

                                                                      XVI

Parece que sólo el jilguero sabe lo que ofrecen las ramas que se pudren.
Sólo él reconoce su secreto y construye sobre ellas su escuela musical.

                                   De Días del bosque (2008)

 XXI

El miedo era solamente un pobre lobo que corría, manso y desesperado, hacia ningún lugar, un animal perdido bajo la lluvia negra del bosque: sólo una sombra ausente e infeliz de la manada.

                                   De Días del bosque (2008)


DECLARACIONES I

Por esta razón puede decirse que una higuera en el bosque es, sobre todo, una higuera sin esperanza, un árbol imposible.
Pero acerquémonos mejor a las hojas, de las cuales yo digo que son como palabras, como palabras sabias y dichas en voz baja. Propietarios únicos de estas palabras vegetales parecen, por cierto, los mirlos, habitantes nerviosos y siempre oscuros del amanecer.
Engullidos los frutos, ya con el otoño amarilleador, se diría que el mirlo continúa en la higuera por gratitud, y no sólo para ver cómo caen las hojas, sino también para ayudarlas él mismo a caer en el invierno.
¿Labor de enterrador entonces la del mirlo? Sólo él parece conocer bien este lenguaje singular: este deslizamiento fúnebre de las hojas secas de la higuera hacia la tierra húmeda. Las acompaña siempre pronunciándolas muchas veces, con su silbido negro y madrugador.
Y sí, digo también que yo creo todavía en su verdad, en la de las hojas que caen como palabras para decir despacio y en voz baja lo que importa: la claridad futura, la más honda y perfecta luz de todas las caídas.

                                               De Días del bosque (2008)


















 JUAN ANTONIO GONZÁLEZ IGLESIAS
(Salamanca, 1964). Filólogo, traductor, poeta y crítico literario. Estudió en Salamanca, Florencia y París. Profesor de Filología Clásica en la U. de Salamanca. Colabora con ABC y El País.
Ha publicado: La hermosura del héroe, Premio Vicente Núñez (1993), Esto es mi cuerpo (1997), Un ángulo no basta, Premio Generación del 27 (2002), Olímpicas (2005), Eros es más, Premio Fundación Loewe (2007) y Del lado del amor (2010).


NOTTE


No bebo alcohol. Dos líneas
de Ungaretti me embriagan hoy: M'illumino
d'inmenso. Afortunado
aquel que no enumera la hermosura,
aquel que no describe,
aquel que sólo dice, porque ése
ha alcanzado el amor.

Yo también me ilumino de inmensidad.

            De Esto es mi cuerpo en Del lado del amor (2010)


YOU LIGHT UP MY LIFE

Aristóteles dice: un cuerpo bello
debe ser percibido en su totalidad.
Así te vi llegar esta mañana.
Venías de correr una hora en bici
por la orilla del río. Te duchaste.
Estuvimos nadando juntos. Varios
largos en la piscina transparente.
Nos amamos después, enamorados
de ser distintos y de ser iguales.
Por la tarde estudiabas o escribías.
Te vi algunos instantes. Pero ahora
que duermes a mi lado respirando
desnudo en el calor de junio, a oscuras,
creo que el filósofo no se refiere
sólo a la epifanía en el espacio,
al golpe único de la materia,
sino también al cuerpo hecho de tiempo,
a la suma sencilla de momentos
que queda para siempre en el registro
general de los días de este mundo.
Aristóteles dice: un cuerpo bello
debe ser percibido en su totalidad.

                        De Eros es más en Del lado del amor (2010)


GIMNASTA

Utiliza expresiones como tren superior,
centímetros de brazo, horizontalidad.
Está arriesgando mucho sobre la barra fija.
No quiso practicar fútbol ni baloncesto.
Sus padres lo apuntaron de niño a un gimnasio.
Gira. Vuela. Organiza todos sus movimientos.
Sueña con pinchar música ante la muchedumbre
en una discoteca: Fabrik de Fuenlabrada,
la misma en la que baila cada noche de sábado.
La naturalidad es una de sus bazas.
En Pekín estará en su mejor momento.
Tendrá 23 años. Si no falla ahora mismo,
si convence a los jueces, dentro de unos instantes
va a gozar la alegría más sencilla del mundo.
Mañana tendrá acceso vip en el aeropuerto.
Y será recibido por su alcalde, el de Móstoles.
Podrá pinchar su música ante su gente en Fabrik.
Ejercicio completo. Impecable salida.
Va a ser ya muy difícil que se le escape el oro.

                        De Eros es más en Del lado del amor (2010)

HAY ALGO EN EL AMOR

Hay algo en el amor que pertenece
a este mundo. En los múltiples
instantes en que todo
tiene sentido desde que llegaste,
en toda la materia de pronto convertida
en regalo, pradera que pisamos,
terraza que se asoma o muralla que guarda,
en la rutina humilde de tenerte
a mi lado,
lo noto.

Pero algo en el amor no es de este mundo.
Algo que no es abstracto.
Lo pruebo, por ejemplo, en la temperatura
de tu piel, cada vez que nos quedamos
dormidos juntos, y cada mañana
en que no espero más que tu primer
beso, cuando recobras
a ciegas tu lugar entre mis brazos.
Entonces se anticipa lo que un día tendremos
definitivamente.
Para poder nombrarlo
se me hace necesaria la noción de solsticio.
No lo razono más. Es una especie
de primicia.
                        De Eros es más en Del lado del amor (2010)













ÁLVARO GARCÍA
(Málaga, 1965). Poeta y traductor.
Ha publicado: La noche junto al álbum, Premio Hiperión (1989), Intemperie (1995), Para lo que no existe (1999), Caída (2002), El río de agua (2005), Canción en blanco, Premio Fundación Loewe (2012).


Situación

Hablar de nada es, hoy, hablar de mucho.
No va a llover por más que tú analices.
Mantente, pues, a un lado y piensa en Beckett:
 no hay nada que decir ni que escribir,
 pero es imprescindible expresar eso.

Nadie respira porque le apetezca.
 Si las palabras deben respirar,
 que emigre este poema hacia sí mismo
 y sea el verde sol del árbol solo.
 La poesía tal vez sea un oxígeno,

un subir a por aire necesario
 para bajar después a lo de siempre.
 Te acuerdas de Mondrian y sus silencios,
 tan plenos, tan callados, tan hablantes.
 Lo mismo que él, solista del color,

tendrías que decir hoy lo que digas.
 Que te perdone el día con su urgencia;
 que te disculpe el hierro del instante.
 Deja la actualidad, que se hace sola,
 y ve al presente, que te necesita.

De Intemperie (1995)

La estación

Al sol, despunta el sol y reverbera
 en un casi verano casi cierto.
 Morder un hilo de agua. ¿Es tiempo ya?
 La piel es nuestro único barómetro.

Hablar del tiempo, como dice Wilde, es hablar de otra cosa.
 Es ventana a la incertidumbre.
 El día en que mirar sea consultar rutinas de merlín
 como quien mira un índice de precios,
 vivir habrá perdido su constante en el abismo leve.

Nos evaporamos, en el beso, a las regiones del olvido
 y, al reír juntos, somos intemperie:
 cuando calla la risa hay un granizo que hiela los pronósticos,
 y hay que volver a repensar el mundo.

Somos agricultura de los cielos, una ancha mies del aire,
 polen vago que vino de tan lejos.
 Toda lucha entre iguales, todo amor de contrarios,
 toda íntima disputa está prevista
 en la tensión dulce de los alimentos terrestres,
 en el grano de trigo que amarillea y revienta en el aparador.

El perezoso giro de los astros hipnotiza las vidas,
 el peaje de las estaciones, el voltaje de lo repetido.
 La hora y su exterior se nos confunden.
 Y si no hubiese luz como esta luz,
 si no hubiese preguntas en los ojos,
 si no hubiese un instante de desvelo justo antes de dormir,
 todo serían actas.

Somos del alimento del temor.
 También una ilusión de eternidad
 que se entrevera con estar perdidos.

Amanece una luz
 con dimensión precisa de universo.
 No hace falta que diga el calendario la última palabra.
 Siempre falta infinito para lo que no existe,vicente gallego
 que es donde vivimos.

De Para lo que no existe (1999)


















 ADA SALAS
(Cáceres, 1965). Licenciada en Filología Hispánica. Vivió en Francia. Es profesora de Lengua y Literatura en un colegio de secundaria.
Ha publicado: Arte y memoria del inocente, Premio “Juan Manuel Rozas” ((1987), Variaciones en blanco, Premio Hiperión (1994), La sed (1997), Lugar de la derrota (2003) y Esto no es el silencio, Premio Ciudad de Córdoba (2008) y No duerme el animal (2009).

NO LIMPIAN LAS PALABRAS

No limpian las palabras.
Alumbran una isla en el lugar
del miedo y extienden una rama
al paso de los pájaros. Acogen
cuanto nace del hambre de las cosas
y mueren en silencio.
Pero su amor no limpia.


Como no limpia el llanto el rastro
de estar vivos.

                        De La sed (1997)

*

El óxido
la zarza
algún resto que antiguos habitantes
no llevaron consigo. No es hospitalario
este lugar. Es hosco
y sin embargo
qué te trajo hasta aquí.
No hay nadie
ya lo ves
no hay nada
y sin embargo
esto no es el silencio.
Un discurso continuo
emana de las cosas
un discurso que suma lo animal
y lo humano
y no tiene apariencia
de animal o de humano
y por eso
oh ciegos
nos parece inaudible.
Aquí bajo esta viga
que amenaza
con abrirte la frente
puedes quedarte
quieta

dejar que la intemperie te pudra
y te corrompa

y te derrumbe al cabo.

Un desplome
de huesos
como el que hizo de un muro

este montón de piedras.

                        De Esto no es el silencio (2008)

**

Otros han transitado este desierto.
A tu derecha has visto
los despojos de un hombre
calcinado de sed. A tu izquierda
dejaste
a una mujer que aún
ardía en el delirio.
De muchos
escuchaste
palabras que alentaron
tu larga travesía.
De todos
aprendiste
que no hay rumbo posible.

Puede ser que las bestias acaben con tu cuerpo
o que el miedo te coma
y pretendas
volver
como si nunca hubieras emprendido el viaje.

El final será el mismo.

Así que no lamentes
la infinita distancia
el plomo inquebrantable que dibuja el silencioso
y que nunca se acerca.

Si desfalleces
mira
a los ojos del buitre.

Habrás dejado
al menos
razón de tus cenizas.

                        De Esto no es el silencio (2008)


















AGUSTÍN  CALVO  GALÁN
(Barcelona, 1968). Poeta multidisciplinar. Ha publicado: Letras transformistas, (2005), Otra ciudad (2006), Poemas para el entreacto (2007), A la vendimia en Portugal (2009) y Escozor nuestro de cada día (2012). Ha realizado numerosas exposiciones de poesía visual y su obra ha sido recogida en diversas antologías especializadas. Creó y dirige Las afinidades electivas.

TIEMPO DE

El tiempo,
                 en la maduración del
                                                           aire,
hace del silencio
ruido,
crece de la sombra
luz,
reserva
                                        las aspas
en el instante en que callarían
y vuelve de nuevo
a girar,
                  girar
                                   y rarigirar.


DOURO
El paisaje
país
desde
el país alto
tras-
montano
humanizado.

VENDIMIADOR

El poeta también va a la vendimia,
                                               recoge frutos,
selecciona, respira hondo y
                                   corta
                                   el racimo
                                   secamente,
                                   ejecutando el drama,
lo deposita, con cuidado enfermizo
entre el resto de lo ya cortado.
Después, poco a poco,
con la paciencia necesaria,
en solitario, irá pisando versos
                        y transformando su cosecha.
Nada es del poeta,
                                               salvo la transformación.

De A la vendimia de Portugal (Ed. Amargord, 2009).














REBECA ÁLVAREZ
(Madrid, 1976). Publica su primer poemario en 2010, en Ediciones Amargord, Suponiendo la cicatriz como posibilidad de la herida (2010), donde posteriormente coordinó la colección Candela de poesía. Ha sido antologada en Blanco Nuclear (Sial) y Poetrastos (LVR), y próximamente estará en Inabsent(i)a (Nanoediciones). Participa en numerosos recitales , colabora en la web Culturamas y ultima su(s) próximo poemario: La espera horizontalhttp://lanochedeperfil.blogspot.com/

CUERVO

Hay un resto de noche junto al día que empieza.

Hay un resto de noche de perfil,
próximo a la piscina. Su ojo
es el punto de fuga del jardín,
su silueta forma sombras chinas sobre el muro,
enjaulada por verjas
que el reflejo del agua hace temblar.

Hay un resto de noche de perfil
despeinando muñecas
cerca del mediodía.
Y de pronto abanica
el aire que lo encierra
y callan las chicharras un instante.

También hay una niña,
está tumbada al sol, sobre la hierba.
Y hay un resto de noche de perfil,
tal vez (si le dejara) besaría sus ojos.
Pero la niña duerme,
de momento el cuervo no es más que un pájaro.

De Suponiendo la cicatriz como la posibilidad de la herida (2010)

PROFILAXIS

Presérvate
de la descendencia y de la mortalidad
prematura.
Ponte la distancia y comprueba
(cada cinco minutos)
que sigue ahí,
que no ha sido engullida
ni se ha deteriorado.
Nunca te falla el cronómetro
para reponerla en el transcurso de las eternidades.
¡Eso, tú sigue interrumpiendo!
(no vaya a ser
que se produzca el contacto).

Ella no tiene frenos, abróchate
bien fuerte el cinturón.

Haz una pausa
durante el intercambio de salivas y las pieles siamesas.
Ordénale desnudarse y alinea sus zapatos, dóblale
la ropa en el armario
y las rodillas.

Mírala en contrapicado, poderoso
y protegido,
que en el centrifugar de los juncos no se desprenda
la juntura del monstruo bicéfalo.
¡Sí, imponte!
Ella también prefiere el látex
(para fregar los platos a los que tú
sacas brillo).

¿O es que la consideras
corrosiva?
¿tal vez babilónica?
Pero no, los restantes orificios
no te inquietan, ¿no acostumbran
conllevar alianza?
¿O tal vez temes
ser parido hacia dentro, pasto
de su voracidad?

Con suspiro,
ella encoge los hombros.
¿Qué duda cabe?
¡te alaba la razón y te la envidia!
(aunque a menudo termine
maldiciéndola a voces y a portazos).
Pero algunas veces
necesitaría abrasarse en el abandono
de pausas, esterilizaciones y prudencias.
Derretirse. Puenting. Grito. Sobrepasar al vértigo.

Aunque si compartir estropajo es
demasiada proximidad para tu aguante,
en algo estáis de acuerdo:
para ser dos se necesita
un poco de distancia.

De La espera horizontal (inédito. 2012).














VERÓNICA MARTÍNEZ DELGADO
(Fruxeira, Valdovino, 1976). Licenciada en Historia del Arte por la U. de Santiago de Compostela. Ganadora en dos oportunidades del Premio Fernández del Riego. Forma parte del colectivo Bilbao de Madrid. Ha publicado Desterrada do meu corpo (2001), Deshabitada e sen verdugo (2003).



*

Me tocabas
el vientre
como un dios toca su mundo.
No estaba preñada,
pero me creció un mar
de deseos
que duró una vida.

De Desterrada do meu corpo (2001)

**

Yo entraba en casa
deseando
que todo oliese a témpera,
aguarrás,
y que en el pasillo
hubiese
una mujer desnuda, hermosísima,
posando
sólo para ti.

De Cara a un solpor de gatos (2005)


***

Yo vivía
para este ladrón de almas
que pujaba,
alquilaba,
revendía,
vendía,
traspasaba,
prestaba
y a veces hasta regalaba
mi lado de la cama
entre las prostitutas de lujo
del barrio alto de la ciudad.

De Isto é un poema e hai xente detrás: O ladrón de almas (2007)













ANA GORRÍA
(Barcelona, 1979). Licenciada en Filología Hispánica por la U. Complutense de Madrid. Crítica literaria. Forma parte de la llamada generación del dosmil.
Autora de Clepsidra (2004), Araña (2005) y los cuadernillos De lo real y su contrario (2007) y El presente desnudo (2011).

II

En el reino del agua no hay fronteras, ni vísperas, ni tardes ni barreras que extenúen el cauce de las manos.
En el reino del agua hay sólo un horizonte que se empuja a sí mismo, con la tensión perpetua y estelar de un rostro en las pupilas.

                                   De Clepsidra (2004)



VII

El reloj se va abriendo
con una suave cadencia
de tortuga amanecida
en el centro del vientre
como un aborto de magnolia y cedro.

Y pausa a pausa,
cae nuestro amor esdrújulo en torrentes
de líquen y de helecho.

Florecen las esporas del cielo de la tarde.

                                               De Clepsidra (2004)



SPIDER


A solas con la fiebre,
temblando,
sobre la niebla azul

qué camino trazar,
porqué la urgencia,
a quién alzar
este
alfiler de vidrio
incandescente,

cómo cesar la luz,
dónde
depositar
los firmamentos

que arrastro entre las manos,

sin voz,
con la emergencia del hambriento

que niega los eclipses,
el óxido ordinario de las tardes,
lo fácil de las líneas,

que apuesta el estupor
a la temeridad de las visiones,
con la fe del que arriesga
en el costado,
la sal de la victoria.

                                   De Araña (2005)

GÉISER

Moviéndose la luz, en este cuarto
que insiste en su corriente extraordinaria.

Constante catarata que disuelve
su esbozo entre los ojos para abrirlos
a las calles mojadas por la lluvia.

                                                De Araña (2005)


ESCOMBRADA


          Es la cornisa rota y el mundo que se cae.

           Igual que el sueño, vuelve
           la tarde a ser carne apagada
           cáncer en las paredes de la luz.

           Oscuridad que tiembla en un alambre.


                                                       De Araña (2005)














ÁLEX CHICO
(Plasencia, Cáceres, 1980). Licenciado en Filología Hispánica U. de Salamanca. Doctorando de la U. de Barcelona con una tesis sobre José Antonio Gabriel y Galán. Profesor de Lengua y Literatura en un instituto del Baix Llobregat. Crítico literario. Ha publicado La tristeza del eco (2008), Dimensión de la frontera (2012); las plaquettes Las esquinas del mar (2004), Nuevo alzado de la ruina (2005) y  Escritura (2010). Codirige la Revista de Humanidades Kafka y Els dilluns de La Cigale, con Juan Vico, exitosa experiencia de poesía marginal en vivo en el barrio de Gràcia en Barcelona.

LISBOA
a Álvaro Valverde

Debajo del mirador
se extiende el vacío.
Resulta difícil acudir a la experiencia
en un lugar que se pensaba prohibido.
Lo que antes fue un río
ahora reaparece como arrecife en la costa.
Las farolas, dispuestas a lo largo
de esta vía, iluminan la inscripción del camino.
Puedo, incluso, observar mi nombre.
Con facilidad se tensa la memoria,
porque las piedras regresan de su estancia
siempre geométrica.
Dentro de aquella plaza
se esconde una nueva ciudad.
Con gratitud rescato esta idea
en el paseo que ahora me ocupa
(Vía Liberdade, dirección sur).

                        De Dimensión de la frontera (2012)


DESDE EL BALCÓN

a Efi Cubero

Me pregunto si basta
con mirar una plaza,
observando la calle
desde una ventana.
Si para sobrevivir,
sólo se requiere un poco de armonía,
y no resulta necesario
contribuir al mundo
con interminables y tediosas relaciones.

Me pregunto si alguien
puede subsistir a base de estar
siempre solo,
ocupando el mismo espacio
en silencio,
distinguiendo la gente en la distancia,
y evitando nuevamente el saludo.
Me pregunto si no es posible
continuar con una existencia anónima,
conformada de percepciones lejanas
y mirar hacia uno mismo
como un ser satisfecho.

Me pregunto si se puede vivir
mirando la calle y al mismo tiempo
no pensar en nada.

                        De Dimensión de la frontera (2012)


EN URQUINAONA


Qué quedará de mí
en este lugar,
cuando apenas se sujeten
los últimos bancos del parque.
Me miro ahora a lo lejos
y reconozco a un ser solitario,
rodeado de los pocos árboles
que delimitan esta plaza.
Qué quedará de mí
y qué quedará de estas formas inciertas
que acompañan al viajero – en su estancia
                        siempre breve.
¿Seguirás aquí,
tiempo después?
Cuando la luz sea transparente
y esta sombra de mayo
se convierta en la ruina que ahora soy.

                        De Dimensión de la frontera (2012)














ANNA-LISA MARÍ PEGRUM
(Palma de Mallorca, 1983). Licenciada en Filología Hispánica y Traducción e interpretación por la U. de Barcelona . Poeta y traductora, ha trabajado como docente de inglés en colegios de su ciudad. Viajera empedernida ha vivido en Alemania, Camboya y Australia. Algunos de sus trabajos se han publicado en revistas como En Sentido Figurado, Letralia, Kafka, hankover y poesiaygrafica. Su blog Les aspirines de l'exili, es muy seguido por las nuevas generaciones.


PMI-BCN
Rezo por recobrar
mi nombre y
el hueco detrás de tu cama
donde se esconde mi sujetador.

Rezo por recobrar
las taquicardias,
las rodajas de pepino,
las callejuelas estrechas
por donde siempre se cuela el sol.

Suenan plegarias
que pronuncian barcelona.

Suenan baldosas lejanas,

croc croc, croc croc, croc croc.

                        Inédito (2011)

Just a little more magnesium, please
y sigo aquí
dándolo todo
porque creo en la luz
en el fondo
de la boca del lobo,
sigo amando
la libertad de los desiertos pixelados
y del asfalto granulado,
sigo emperrada en encontrar
la manera de recordarte
sin haber de marchar.

prometo no romperme,
seré tu poema nocturno y
marcharé sin despertarte:
desde la ausencia de tu nombre,
de tus nueve dígitos y hasta
de un rincón donde nombrarte -
seguiré aquí amándolo todo.

                        Inédito (2012)

Yo, que también hago ejercicios de escritura sin que nadie me lo mande
cuando dejo los gintonicis en la barra del bar

Yo, que mudo cada noche los bares porque con uno no tengo suficiente,
yo, que mudo los barrios porque me canso de bailar sus calles borracha
y conozco los pliegues de sus baldosas
y el sabor verde y la luz de sus farolas,
yo, que en función de los gintonics mudo la forma de andar.

Yo, que he mudado los vecinos y la manera de pedir la sal,
yo, que he mudado los idiomas en que digo las palabras te quiero
y que mudo la cama y sus sábanas sucias
por otras limpias que me aburren
taaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaanto,

yo, que deshice las maletas miles de veces
para volverlas a hacer
y que quise escuchar las campanas
con la misma nostalgia
que aquella primera vez

¿recuerdas?

yo, que me he abrazado a unos labios
y he esnifado las pieles de
seres que no pude comprender,
me mudo para siempre, te digo,
me mudo de una vez y para todas
a este alzheimer que me induce al sueño,
a un país hecho a base del xanax
que siempre llevo en la maleta y que me salva,
a esta aspirina que es para mí la escritura,
la página en blanco,
el libro en la esquina que me mira y que hoy
-lo juro-
estoy a punto de empezar.

Inédito (2011)

Otras muertes también son posibles

te dije
no importa
te dije
puedes follarme
te dije
que era fuerte y no dolía
te dije
que todo estaba bien
y el polvo blanco estaba bueno
y los cubatas también
alabé las rodajas verdes de pepino en tu bebida
te dije
suspiro
te dije algo en mi cabeza mientras hablabas
pero ahora no recuerdo qué
te dije algo así
como que yoko ono dice
que cada vez que no decimos lo que queremos decir
morimos
y tú me miraste extrañado y dijiste:
¿otra?

                                                           Inédito (2011)















ELENA MEDEL
(Córdoba, 1985). Vive en Madrid. Estudió Filología Hispánica en Madrid. Crítica y agitadora cultural. Mantiene una web.
Ha publicado: Mi primer bikini, Premio Andalucía Joven (2002), Vacaciones (2004), Tara (2006) y el cuadernillo Un soplo en el corazón (2007).


MI PRIMER BIKINI

Sólo yo sé cuándo sobrevivimos.

Lo sé porque mis dedos
se transforman en lápices de colores.
Lo sé porque con ellos
dibujo en las paredes de tu casa
mujeres con rostro de epitafio.

Porque, a la caricia de la punta,
comienza el derrame de los cimientos
formando arco iris en la noche.
Porque, al escribir testamentos,
en el suelo, se remueven las vísceras
de azúcar, y trepan tus raíces.

Grabo versos de colores fríos
en tu piel, de arquitrabe a basa,
y les llueve y los diluye, y compruebo
que la lluvia suena como hacen al caer
las canicas brillantes y naranjas
que cambiaba en el patio del recreo,
poco antes de calzar mi primer bikini.

Hoy guardo las canicas, como un apagado
tesoro, en los huecos de otras espaldas.

Pinto también en la terraza de enfrente
un jardín de lápidas cálidas y hermosas.
Trazo como una medusa de bronce,
un paraíso de cadenas hendiendo en mantillo
el valle diminuto que proclama que es frágil
y sin embargo, dirás tú, sobreviviré.

                                   De Mi primer bikini (2002)


PUNTO DE PARTIDA

Un poema condenado al ocio.
Sus dieciocho versos montan en autobús
y guardo en la cartera – dibujos animados-
dos pasajes con destino a la garganta.
Tu móvil, apenas unos céntimos, sonrisa:
ganarte así, renegando de Espronceda

Tus besos son la excusa del verano.

                                               De Vacaciones (2004)


L'ENFANT TERRIBLE

Mi chico azul surgió de un tren celeste.
Azul su discman y el CD de Los Planetas,
era tan frágil que sólo hablaba con monos ebrios
-colgados de farolas en medio del océano-
y acariciaba su codo con acento de verano en Irlanda.
En la arena, el hueco de su talón imitaba
al cortafuegos abierto por las mandíbulas de Hansel,
negándome la dulce perversión de sus paredes.
Diez minutos construyeron mi paraíso mirándole las uñas.
Sólo porque el fue mi fetiche – azul napoleónico de Elba-,
decidí cobijarle para siempre en mi mochila
-entre los libros de poemas y mis bragas-,
pero me rechazó con la distinción que le supuse.
Pez azul chocando contra mis tobillos,
el cielo de su boca se encapotó al querer cruzarlo:
demasiado azul, demasiado azul, demasiado azul.

                                                           De Vacaciones (2004)


L'AMOUR EST BLEU

Cuatro pasos de agua son frontera
entre su ombligo y la autopista.
Confío en la ruta de mordiscos de su espalda.

¿Me anochece para siempre esta señal?
¿O es brújula de luz para la  tarde?

                                                           De Vacaciones (2004)

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