lunes, 24 de enero de 2011

UN PÁRRAFO


En la novela de aprendizaje del escritor griego Ángelos Terzakis (1907-1979), traducida por Francesc Passani para Rey Lear y publicada a finales de 2008, me inquieta este párrafo sobre una muchacha de diecisiete años:

"A Faní, que hasta entonces había dado la nota en el grupo con su charlatanería, de pronto la dominó una melancolía inexplicable. Se apartó un poco y se sentó en el parapeto roto del puente de piedra, permaneciendo callada. Con las enjutas pantorrillas cruzadas, la mandíbula apoyada en la palma de la mano y los ojos borrosos, se la veía muy fea. Parecía que la nariz se le torciera todavía más. Glaukos observó que, en esa chica, el aspecto alegre era como un vestido bien cosido: cuando lo llevas, te transformas, te acicalas. Podría ser, de hecho, que se mostrara así para causar ese efecto. Quien sabe cuantas sesiones de tortura delante del espejo habría necesitado para encontrarlo, sola, encerrada en alguna habitación, intentando corregir la injusticia que la Naturaleza le había proporcionado".

Es cruel Terzakis, y también es compasivo. Junto a sus compañeros de generación Karagatsis, Myrivilis y Venezis,  publicó en 1958 La novela de los cuatro. Este tipo de experimentos de escritura colectiva siempre me ha parecido atractivo.    

domingo, 16 de enero de 2011

LAS FRONTERAS

La grata sorpresa de que un crítico chileno se ocupe de dos de mis libros: Hotel en Shangri-Lá y Saide (http://elpost.cl/content/en-pantalla) me lleva a referirme a un tema que aflora en la nota: la imposibilidad de que los libros hispanoamericanos crucen nuestras fronteras sin que pasen por la caprichosísima aduana de las editoriales españolas. Es absurdo que esto ocurra doscientos años después de los procesos de independencia, sobre todo cuando hay editoriales, la colombiana Norma es un ejemplo, que tiene presencia en varios de nuestros países. Este condicionamiento del mercado hace que el canon de la literatura hispanoamericana, y el de cada una de nuestras repúblicas, sea determinado más en Madrid y Barcelona, que en Buenos Aires, Ciudad de México o Bogotá. Nuestras instituciones públicas, que apoyan con gran entusiasmo las programaciones de las multinacionales del libro, deberían pensar mejor las cosas para cumplir con sus deberes misionales y servir a nuestras culturas; no puede ser que las ventas y el gusto de ciertos lectores ibéricos sean los criterios más atendidos a la hora de participar en tales eventos.